Ucrania. El arte en medio de la guerra, un espacio de luz para los niños

La musicóloga de Dnipró, Olha Skuratovska, habla del valor de la creatividad de los niños como baluarte contra el drama del conflicto: es conmovedor ver a los padres llevar a sus hijos a clase después de una noche de bombardeos: “si todo a nuestro alrededor se derrumba, debemos construir algo extraordinario”

Svitlana Dukhovych - Ciudad del Vaticano

“El primer día de la guerra, todos estábamos en un estado de aturdimiento emocional. Recuerdo que se me tensionaron los músculos faciales: era horrible, una pesadilla. Me di cuenta de que tenía que hacer algo, porque a los padres de mis alumnos y a los niños les estaba pasando lo mismo, todos asustados”. En declaraciones a los medios vaticanos, Olha Skuratovska, musicóloga y profesora de música de Dnipró, al este de Ucrania, relata estos años dramáticos desde la perspectiva de su trabajo. “Desde el segundo día retomamos las clases en línea: estaba claro que teníamos que reaccionar”. Desde hace más de 25 años, Olha también imparte clases de desarrollo creativo integrado. “Me apasiona el mundo de los niños, la pedagogía y el arte en todas sus formas. Llevo 36 años trabajando en este campo, y la guerra no ha cambiado eso”, dice.

Los dibujos como espacio de casa y paz

Al comienzo de la guerra, explica la maestra, los niños dibujaban principalmente temas relacionados con Ucrania: sus casas, aves, la naturaleza que anunciaba la primavera y el deseo de paz. Era una forma de expresar sus emociones, una auténtica arteterapia. “Seguimos trabajando y, en cuanto pudimos, volvimos a las clases presenciales. Hoy, algunos niños siguen las actividades en la ciudad y otros a distancia, en línea”.

Con su esposo, el compositor y musicólogo Volodymyr Skuratovsky, fallecido hace nueve años, Olha comenzó a impartir clases de desarrollo creativo integrado. Hoy, continúa con su hija pianista. “La guerra - afirma - ha puesto aún más de relieve la importancia del trabajo creativo con niños. Soy ante todo música: tocar, enseñar música y hablar de compositores es la esencia de nuestro itinerario creativo. Pero también ofrecemos muchas otras actividades: dibujo, arcilla, escritura de cuentos y animación. Además, realizamos obras de teatro y organizamos conciertos de cuentos de hadas con música clásica”. En este trabajo también colabora con su amiga y colega, la talentosa artista teatral Maria Tkachenko.

Del sentimiento de culpa a la acción

En la guerra, lo más duro para los adultos es ver el sufrimiento de los niños: sus expresiones cuando suenan las sirenas antiaéreas, el terror por las explosiones, el dolor de dejar sus casas, la escuela, los amigos y perder a seres queridos. “Como muchos de mi generación - admite Olha -, siento un sentimiento de culpa: no logramos preparar un mundo mejor para nuestros hijos y temo que hereden muchos problemas”. Sin embargo, sabe que puede ayudarlos a encontrar la fuerza para afrontar el futuro y, sobre todo, sentirse felices. “Por eso - explica - es esencial que tengan una infancia tranquila, una base sólida. Incluso en la guerra, todo niño necesita adultos comprensivos, un entorno estimulante, un lugar donde pueda comunicarse, hacer amigos, crear mundos y vivir aventuras felices. Nosotros intentamos ofrecerles precisamente eso”.

Si todo a nuestro alrededor se derrumba, construyamos algo extraordinario

“Es muy conmovedor - continúa Olha Skuratovska - ver que después de una noche de bombardeos, los padres todavía llevan a sus hijos a clases de arte. Aunque estén cansados, niños y adultos intentan resistir y abrirse a algo luminoso”. Para Olha, esto se ha convertido en un principio de vida: “Si todo a nuestro alrededor se derrumba, tenemos que construir algo extraordinario. Tenemos que construir más”. Considera esencial crear juntos: “Generar una idea juntos, interpretarla creativamente y realizarla”. Y los niños, enfatiza, son una fuente inagotable de ideas, energía y todo lo que “los adultos nunca podríamos imaginar”.

Entre el hogar y la incertidumbre: ¿por qué las familias ucranianas se quedan?

Cuando en el extranjero se habla de las ciudades ucranianas cercanas al frente, muchos se preguntan por qué las familias con niños no se marchan. Sobre este punto, Olha observa que “las situaciones son muy diferentes. Muchos se han ido, algunos han regresado. Quienes se van saben lo que se arriesgan a perder: a su familia, sobre todo si se separan de su marido, porque mantener una relación a distancia es extremadamente difícil. Y luego están los mayores: para ellos, irse es como arrancar un árbol de raíz”. Muchas familias se encuentran en una encrucijada: irse hacia la incertidumbre, arriesgando la unidad familiar, o quedarse, enfrentándose al peligro diario, sabiendo que cada explosión podría ser la última. «Y además - añade la profesora - nuestra ciudad es enorme, no podemos irnos todos. Alguien tiene que quedarse. Y si alguien se queda, ¿por qué no yo? Yo también me hice esta pregunta: tenía amigos que me invitaban a Europa, pero me preguntaba qué haría allí, si podría seguir siendo yo misma y trabajar con la misma eficacia. Me di cuenta de que, probablemente, soy más útil aquí”.

Reflexiones sobre el arte en tiempos de guerra

La guerra a gran escala ha obligado a los ucranianos a reconsiderar profundamente muchas cosas. «Si antes - dice Olha - estaba convencida de que el arte salvaría al mundo, ahora cuestiono cada vez más esta idea. He visto a personas que crecieron con una auténtica cultura artística, que comprenden sus valores morales, pero que hoy no siempre se alinean con sus propios estándares culturales. A veces, una persona elige lo que le salva la vida o le hace la existencia más llevadera, y esta no siempre es la opción más moral. Por eso hoy soy más cautelosa y menos categórica en mis juicios”.

Los sueños de niños y adolescentes en el papel: de Dnipró a Roma

Conocimos a Olha Skuratovska gracias a una de sus jóvenes alumnas que visitó la redacción ucraniana de los medios vaticanos el verano pasado. Nos contó sobre sus estudios en Dnipró, sus sueños y cómo esta iniciativa creativa la ayudó a expresarse. De esa historia surgió la idea de pedir a los niños que hicieran dibujos sobre el tema “Mis sueños” . La profesora aceptó con entusiasmo la invitación, y la redacción recibió recientemente los dibujos de los niños de Dnipró. Cada dibujo es un pequeño rayo de luz, pero también una historia en imágenes. “Para asegurarnos de que el niño se exprese con sinceridad y que el dibujo cuente una historia, hablamos mucho sobre el tema. Lo hacemos de forma diferente según la edad”. Con los niños más pequeños, Olha contó el cuento de la flauta mágica que concede deseos a quienes la tocan. Luego les preguntó qué sueño les gustaría realizar: un cachorro, una nueva casa o un paseo a la montaña con sus padres. Teodora, de cuatro años, sueña con saltar sobre una nube “para ver si cae”. Con los adolescentes, el diálogo se hace más profundo: hablan de lo que pasa en sus vidas, de lo que aman, de lo que aspiran; otros hablan del contraste entre el sueño y la realidad, como Sofia, de doce años, que se retrata de forma fantasiosa, pero inserta un reflejo de la realidad en un ojo.

Espacios y momentos de luz en la oscuridad

En una ciudad donde a menudo hay cortes de electricidad debido a los bombardeos rusos, crear espacios de luz para los niños, tanto física como metafóricamente, no es tarea fácil. Olha cuenta que son ellos los que la inspiran: “Es una especie de arteterapia recíproca: nosotros tomamos energía de los niños y ellos de nosotros. Si logramos superar las circunstancias, aunque sea solo alzando un poco la voz, eso ya se convierte en una fuente de inspiración”. Los apagones son constantes: la electricidad solo está disponible de cuatro a seis horas al día, y los horarios cambian sin previo aviso. “Es agotador - admite -, pero siempre buscamos algo que nos permita no solo sobrevivir, sino vivir de verdad”. No se trata solo de conseguir baterías o generadores para las largas y oscuras tardes. Recientemente organizaron una “fiesta de faroles”: contaron un cuento de hadas con música de Grieg, hicieron faroles de fieltro y encendieron pequeñas velas electrónicas. Cuando salieron a la calle, estaba completamente oscuro. Los niños caminaban con sus faroles y vieron que no eran los faroles de las calles los que iluminaban el camino, sino la luz que llevaban en las manos. “Esos momentos - concluye Olha - son mágicos para ellos. Es entonces cuando sienten su propia fuerza. Ojalá este sentimiento quedara grabado en su memoria”.

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15 diciembre 2025, 16:16