Chica Arellano: No a una economía impulsada por la ley del lucro a toda costa
Federico Piana - Ciudad del Vaticano
En 2024, 673 millones de personas padecían hambre y 2.600 millones aún no podían permitirse una dieta saludable, especialmente, en países de bajos ingresos, donde los alimentos representan más de la mitad de los gastos familiares y la inflación ha erosionado el poder adquisitivo, agravando la pobreza. Estas son consideraciones, dolorosamente amargas y terriblemente reales, que Monseñor Fernando Chica Arellano, Observador Permanente de la Santa Sede ante la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, expresó en su discurso de clausura del seminario de estudio « La economía al servicio del desarrollo integral. Actuando juntos para no dejar a nadie atrás », celebrado hoy, 30 de septiembre, en Roma, en la sede del FIDA, el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola de las Naciones Unidas.
Combinaciones letales
Ante una audiencia compuesta por representantes de la diplomacia, ONG y la sociedad civil, el observador permanente de la Santa Sede arrojó luz sobre las dramáticas crisis que han afectado al mundo en los últimos años: "Guerras despiadadas, fenómenos climáticos extremos, choques económicos, inestabilidad política y volatilidad del mercado se han combinado para producir una combinación letal para los sistemas alimentarios mundiales".
Proteger la Creación
Citando a León XIV, Chica Arellano reiteró también la necesidad de asegurar la sostenibilidad de estos sistemas alimentarios orientándolos hacia un mecanismo más solidario, capaz de superar la lógica de la explotación desenfrenada y crear las mejores condiciones para conservar y proteger los recursos de la Creación.
Desarrollo insostenible
«Durante décadas», enfatizó el prelado, «la idea predominante fue que para ser feliz se necesitaba tener cada vez más, y para crecer, se necesitaba aumentar el PIB, que representaba una medida del bienestar social». Hoy, instó, «debemos superar la idea de que la economía debe guiarse por la ley del lucro a toda costa y, en cambio, concebirla como una herramienta al servicio del desarrollo integral. Esto exige cuestionar nuestro actual modelo de desarrollo, que ha demostrado su total insostenibilidad».
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