Leone XIV y la hermana Tiziana Merletti, secretaria del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica (6 de junio de 2025) Leone XIV y la hermana Tiziana Merletti, secretaria del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica (6 de junio de 2025) 

Sor Merletti: En camino sinodal por la vía de la esperanza y de la paz

Entrevista de los medios vaticanos a la Secretaria del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica. “La participación de las mujeres en el ejercicio del liderazgo dentro de la Iglesia es cada vez más significativa”. La lucha contra los abusos y los desafíos de un mundo globalizado y complejo. La sinodalidad y la cita jubilar en octubre.

Isabella Piro - Ciudad del Vaticano

Sorpresa, temor, pero también gran esperanza al abrazar el cambio: son los sentimientos con los que la hermana Tiziana Merletti acogió, el pasado 22 de mayo, la llamada de León XIV al cargo de Secretaria del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica. Se trató del primer nombramiento del nuevo Pontífice, poco después de la elección, en un rol en la cúpula de un organismo de la Curia Romana. En esta entrevista a los medios vaticanos, la religiosa de las Hermanas Franciscanas de los Pobres confía las emociones de aquel día, junto con las perspectivas y los desafíos que representa el nuevo encargo.

¿Cómo acogió el nombramiento por parte de León XIV?

Ciertamente el nombramiento creó en mí mucha sorpresa y temor. Como decía recientemente el mismo Papa a los nuevos obispos, yo también tenía mis proyectos y muchas perspectivas hermosas, habiendo recién llegado a Asís; por lo tanto, pensar en tener que dejarlo todo y recomenzar de cero en un servicio tan importante y delicado, me sorprendió y al mismo tiempo me encontró desprevenida. Luego, a través de la oración y también del diálogo con mi Ministra congregacional, llegó la luz para decir el sí a la nueva llamada de Dios y de la Iglesia, agradecida por tanta confianza. En cuanto a lo que me espera, confío en el Espíritu Santo, que no dejará de guiarme; confío en el hecho de no estar sola, dado que hay un hermoso equipo en el Dicasterio que trabaja al máximo de sus energías; confío también en mi propio camino, porque también en otras etapas de la vida he tenido la experiencia de sentirme sabiamente guiada para adherirme a la voluntad de Dios.


El Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica tiene como prefecta a otra religiosa, la hermana Simona Brambilla. ¿Esto pone de relieve un “liderazgo carismático” de las mujeres y en particular de las religiosas en la Iglesia?

Me doy cuenta de que la estructura de nuestro Dicasterio es una absoluta novedad dentro de la Curia Romana. Una Prefecta religiosa, un Pro-Prefecto cardenal [el salesiano Ángel Fernández Artime, n. d. r.], una Secretaria religiosa. Lo que me resulta más evidente es la oportunidad de implementar el estilo sinodal no solo en los principios, sino en lo concreto de nuestro día a día: en el modo de construir relaciones entre nosotros, en compartir competencias, en organizar el trabajo, en tratar con respeto, dignidad y justicia las cuestiones que se nos presentan y las colaboraciones en las que debemos comprometernos en primera línea.

Y sí, me gusta pensar que este nuevo estilo es también un fruto notable y prometedor de la participación cada vez más significativa de las mujeres en el ejercicio del liderazgo dentro de la Iglesia. Es el mismo Evangelio el que nos llama a hacer rendir nuestros talentos, los dones recibidos de Dios. No cuenta el ser hombre o mujer: ya desde mi educación familiar aprendí que lo que cuenta son el empeño, el sacrificio, la constancia y también la alegría en el servicio. Ciertamente, cuando todo esto se acompaña de reconocimientos a varios niveles, llega un mensaje fuerte que atestigua que como Iglesia estamos en el camino correcto.

En 1986, usted emitió la primera profesión religiosa en el Instituto del que fue también Superiora General de 2004 a 2013. ¿Qué la atrajo?

La llamada a abrazar el carisma de la beata Francesca Schervier llegó de manera gradual. Mis proyectos de veinteañera eran bastante claros y me llevaban en otra dirección, hasta que se abrió camino la belleza de dar la vida para seguir a Jesús de modo radical, dejándolo todo. Conocer a las Hermanas Franciscanas de los Pobres me permitió profundizar en el carisma franciscano de la “santa unidad y altísima pobreza” y, en particular, la llamada a “sanar las llagas de Cristo crucificado en la humanidad pobre y sufriente” confiada a la madre Francesca. El encontrar para encarnarlo a mujeres auténticas, profundamente humanas en sus luchas personales y por los indigentes, y al mismo tiempo enamoradas de Cristo muerto y resucitado y de su Evangelio, hizo el resto hace más de 40 años. Y esta luz me sostiene también hoy.

Licenciada en Derecho, usted es también experta canonista y a lo largo de los años se ha ocupado de un tema particularmente delicado: el de los abusos sufridos por religiosas. ¿Qué avances se han logrado en este ámbito?

Sabía que mis estudios jurídicos de Derecho y de Derecho canónico no podían permanecer ajenos a mi vida de hermana franciscana de los pobres. Así, el encontrarme dentro de la gran herida de la Iglesia causada por los abusos —y subrayo no solo sexuales, sino también de poder y de autoridad, espirituales y de conciencia, así como económicos— fue para mí entrar aún más dentro de nuestro carisma.

Uno de los pasos más importantes en estos años es la maduración, en cualquiera que esté en primera línea en este campo, de la conciencia de tener que dar hogar y sentido a lo que se experimenta: sufrimiento, desconcierto, escándalo, impotencia, injusticia, purificación, perdón, el recomenzar, pero a menudo también la derrota.

Queriendo hablar del mundo de la vida consagrada femenina, diría que mucho se ha hecho y muchísimo queda por hacer. Todos los Institutos han sido invitados, en particular por la Unión Internacional de Superioras Generales, a nombrar una referente delegada para la tutela, así como a redactar las Líneas Guía para el propio Instituto. También aquí los desarrollos indican que al inicio se concentraba la atención en los abusos sexuales, pero poco a poco quedó claro que era necesario hacer más: reflexionar, tomar conciencia, decidirse a acciones concretas para prevenir también otros tipos de abusos y hacerse cargo de las eventuales denuncias. En todo esto, en el centro están las víctimas, no la institución. Y de aquí no se vuelve atrás.

¿Cuáles son los principales desafíos que la vida consagrada se encuentra afrontando también en relación con un mundo globalizado y complejo, en el que parecen prevalecer guerras, crisis económicas y sociales?

Intentando sintetizar, sin querer banalizar la complejidad en la que también nosotros estamos inmersos, me parece que los principales desafíos están expresados en algunas palabras: esperanza, cambio, visión.

Me explico: frente a tantas graves polarizaciones que están provocando odio, violencia y guerras, estamos llamados a cultivar la esperanza de estar del lado correcto de la historia, es decir, la del Evangelio. Apuntar a los mansos que heredarán la tierra, me parece que requiere mucho coraje, junto con la paciencia de continuar trabajando en nuestros ambientes, creyendo profundamente en lo que hacemos. Cuidado, don, confianza es lo que León XIV recomienda para seguir creyendo en la alianza de lo humano.

Abrazar el cambio es otro desafío exigente. Continuar lamentando las seguridades del pasado, hechas de números, obras, instituciones imponentes, no ayuda a hacerse las preguntas correctas. Por ejemplo: ¿qué significa hoy poner en acción el carisma al servicio de la humanidad que nos ha sido confiada? Nuestro estilo de vida, nuestro modo de rezar, nuestras estructuras, ¿cómo nos nutren a nosotros mismos y a quienes encontramos? ¿Cuánto estamos dispuestos a arriesgar para iniciar procesos de discernimiento inclusivos y eficaces, para una vida consagrada con el sabor del vino nuevo?

Una tercera palabra es visión. Desde hace tiempo ya que al menos en algunas partes del mundo se pregunta hacia dónde está caminando la vida consagrada, cómo será en el futuro, qué formas asumirá. La respuesta se espera no ciertamente de cálculos humanos, sino más bien de la escucha contemplativa y colectiva de lo que el Espíritu querrá indicar. A nosotros nos toca seguir caminando con coraje y confianza, en la verdad que nos hace libres.

En octubre se celebrará el Jubileo de la Vida Consagrada. ¿Cómo se están preparando para esta cita y cuáles serán los momentos más destacados?

Cuando comenzó la preparación del Jubileo, escuchando la necesidad de reconciliación y de paz del mundo, surgió espontáneamente declinar la esperanza junto con el tema de la paz y elegir ponernos en camino como «Peregrinos de esperanza por la vía de la paz».

Después de varios encuentros en los que durante el año nos hemos preparado juntos, de manera sinodal, ahora vivimos la emoción de la víspera, con los últimos detalles por afinar. El programa es muy rico: comenzaremos el 8 y 9 de octubre con la jornada penitencial, el cruce de la Puerta Santa y la Santa Misa presidida por el Santo Padre León XIV.

La tarde del 9 de octubre, en tres plazas de Roma —plaza dei Mirti, plaza Don Bosco y plaza Vittorio Emanuele— hemos organizado momentos de compartir, fraternidad y testimonios. Cada lugar tendrá un tema específico: el compromiso hacia las personas más pobres, el cuidado de la creación y la fraternidad universal, para recordarnos que la paz se construye cotidianamente, con gestos concretos de solidaridad y amor.

En los días siguientes se alternarán momentos de escucha, reflexión y compartir, y el sábado 11 de octubre habrá también la posibilidad de participar en talleres sobre técnicas de mediación y de gestión de conflictos. ¡Esperamos con gran alegría a los miles de consagrados que se han inscrito!

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23 septiembre 2025, 10:30