Monjas de la Congregación de María de la Medalla Milagrosa (Kyiv, Ucrania) con las voluntarias Ilona, Assana, Anna. Monjas de la Congregación de María de la Medalla Milagrosa (Kyiv, Ucrania) con las voluntarias Ilona, Assana, Anna.

Voluntarios de Ucrania en el Jubileo de los Pobres: "Nos cambian el corazón"

En medio de las alertas antiaéreas diarias por la guerra, hay estudiantes que encuentran apoyo al ayudar a los más necesitados. Con las monjas de la Congregación de María de la Medalla Milagrosa, asisten a personas sin hogar y familias en dificultades, redescubriendo la compasión y la esperanza.

Svitlana Dukhovych – Ciudad del Vaticano

"El voluntariado es un elemento fundamental que me sostiene en los momentos difíciles. Después de otra noche de insomnio a causa de los bombardeos, estás cansada, pero tienes que levantarte e ir a la universidad de todos modos. Son los encuentros con otros voluntarios los que nos inspiran: ves que ellos, al igual que tú, tienen sus propios problemas y cargas que soportar, pero continúan trabajando, ayudando a las personas sin hogar, y eso es muy estimulante", dice en la entrevista a los medios vaticanos Ilona, de 21 años, que estudia en la universidad de Kyiv.

Con motivo del Jubileo de los Pobres, ha llegado a Roma junto con un grupo de voluntarios, como ella, guiados por las religiosas que forman parte de la Familia Vicentina.

Voluntarios en el almuerzo con los pobres

"Llegamos a Roma con un grupo de peregrinos por invitación del Padre Tomaz Mavric, Superior General de la Congregación de la Misión", cuenta la Hermana Marta Meshko, quien guía al grupo. "Fuimos invitados a ayudar como voluntarios a servir el almuerzo a los pobres después de la Santa Misa en el Vaticano".

La Congregación de las Hermanas de María de la Medalla Milagrosa, fundada en Eslovenia, realiza su servicio en Kyiv desde 2005. Desde entonces, y sobre todo tras el inicio de la guerra a gran escala, ayuda a los más necesitados y a las personas sin hogar.

Apoyo a los desplazados ucranianos

La Hermana Marta cuenta que durante estos más de tres años y medio de guerra en Kyiv, el número de personas necesitadas ha aumentado notablemente, y sobre todo el de quienes han perdido sus hogares. Por ello, los Vicentinos buscan ampliar la asistencia ofreciendo no solo refugios para las personas sin hogar, sino también albergues para los desplazados internos.

Las alarmas en Kyiv

En la capital ucraniana, la alarma antiaérea que señala el peligro de los bombardeos rusos suena casi todos los días. También la noche del pasado jueves al viernes, pocas horas después de que nuestros interlocutores partieran de la ciudad hacia Roma, Kyiv sufrió un ataque ruso masivo. Nueve de los diez distritos de la capital fueron alcanzados. Siete personas murieron y más de treinta resultaron heridas. Muchos residentes se quedaron sin gas y sin calefacción.

Entre estudios universitarios y voluntariado

Ya solo vivir en estas condiciones es difícil, pero las tres jóvenes —Ilona, Anna y Assana— que vinieron a Roma con las monjas, no solo no se desaniman, sino que consiguen llevar adelante sus estudios universitarios y, en su tiempo libre, hacen voluntariado en "La sociedad de la Beata Marta Wiecka", que es la sede ucraniana de la Sociedad de San Vicente de Paúl.

"Ayudamos a las personas sin hogar: salimos a la calle y les repartimos sándwiches y té —cuenta la Hermana Veronica—. Una vez al mes organizamos un encuentro con las familias que tienen niños con necesidades especiales. Nuestros voluntarios, que pueden ser de diferentes edades, dedican su tiempo a estos niños: hacen algunos trabajos manuales y juegan con ellos".

El agradecimiento de las personas sin hogar

La joven Hermana Veronika llegó a la Congregación de las Hermanas de María de la Medalla Milagrosa hace solo tres años. Le atrajo la sencillez y la armonía que reinaban en la comunidad de las hermanas.

Paso a paso, descubrió un apostolado que a primera vista puede asustar: las monjas, además de distribuir alimentos a los pobres en la calle, también van a los hospitales, donde ayudan a lavar a las personas sin hogar y a curar sus heridas.

"Este servicio, vivido en el espíritu de San Vicente —relata—, ofrece una gran gracia: descubrir que también nosotros podemos ser misericordiosos con personas tan frágiles. Y si nosotras logramos serlo, imagino cuánto más lo será Dios con nosotros. Este servicio me ha enseñado mucho y me hace feliz. A veces estamos cansadas, pero cuando cuidas a las personas sin hogar, te dan las gracias y te bendicen: es una recompensa que paga cada esfuerzo. Sé que no deberíamos esperar gratitud, porque la decepción siempre es posible, pero si vamos sin pretensiones, Dios siempre encuentra una manera de recompensar el bien hecho".

El apoyo del voluntariado

Para Ilona, ser parte de una comunidad de voluntarios guiada por monjas es un gran apoyo. "Cuando deseas hacer algo bueno, pero no sabes bien cómo realizarlo y tienes miedos o inseguridades, es muy útil tener a alguien que te guíe y te indique la dirección a seguir", comparte la estudiante.

Anna, de 19 años, que estudia para ser diseñadora, dice que en el voluntariado cada uno busca y encuentra algo diferente. "Yo buscaba apoyo y, casi por casualidad, llegué al voluntariado: me impactó la apertura de las monjas", añade. "Seguí regresando y hoy sé que fue la elección correcta. A los jóvenes que temen ayudar a las personas sin hogar y a los pobres les diría esto: no siempre es fácil, a veces alguien puede ser brusco, pero somos una comunidad y afrontamos todo juntos. No tengan miedo: esta experiencia les cambiará el corazón, para bien, y siempre encontrarán a alguien dispuesto a apoyarlos".

Preservar la compasión

Anna añade que servir a los pobres también ayuda a preservar la compasión: "Cada día escuchamos las noticias y vemos con nuestros propios ojos a las víctimas de los ataques; por eso nos hemos vuelto más insensibles a ciertos sucesos, ya que nuestra psique se defiende. Pero gracias al voluntariado estamos reencontrando la sensibilidad hacia las personas y las situaciones. Lamentablemente, cada día muere alguien y no podemos hacer nada al respecto, excepto rezar y dar pequeños pasos. Solos podemos hacer poco, pero juntos podemos hacer mucho. Lo importante es actuar, no quedarse quieto".

"De esta manera —concluye la Hermana Marta—, las muertes de nuestra gente no habrán sido en vano: lo que es noble y bueno debe seguir viviendo. Nosotras, junto con la memoria de quienes han caído, queremos seguir adelante con aquello por lo que dieron su vida".

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17 noviembre 2025, 09:32