Las hermanas canosianas ayudan a las chicas masái a superar tradición y pobreza
Sarah Pelaji, Tanzania
En la comunidad masái, las normas culturales siguen quitando la infancia a las chicas. La mayor parte de las chicas de edades entre los 11 y los 13 años sufren la mutilación genital femenina (MGF) y son obligadas a casarse, a menudo con hombres mucho mayores, a cambio de ganado o dinero. Una vez casadas, estas chicas pierden su derecho a la educación, a la libertad o al divorcio. Se convierten en propiedad de las familias de sus maridos, asumen tareas domésticas pesadas y tienen muchos hijos, independientemente de su salud y de su consentimiento. Muchas viven en extrema pobreza mientras se aferran a las fuertes tradiciones culturales no obstante la modernización.
Cambiar la narración: la misión de las hermanas canossianas
Las Hijas de la Caridad canossianas, fundadas en 1808 por santa Magdalena de Canossa en Italia, dedican su vida a ayudar a los pobres y los marginados. En Arusha, entre las otras misiones, se concentran en la emancipación de las chicas atrapadas en ciclos de opresión cultural. Reconociendo la urgente necesidad de actuar, en 1966 las hermanas canossianas instituyeron el Centro de formación santa Magdalena. Guiado por la hermana Levina Mzebele, el centro ofrece a las chicas de los 12 a los 30 años una segunda posibilidad a través de la formación profesional en costura, cocina, producción de jabón y otras profesiones que generan ingresos. Las diplomadas reciben máquinas de costura gratuitas para ayudarlas a iniciar pequeñas empresas, conseguir independencia financiera y reclamar su futuro.
La historia de Theresia: de la pobreza extrema a la oportunidad
Ahora, Theresia Mnyampanda, de 34 años, es un notable ejemplo de transformación y resiliencia. Antes vivía en la pobreza, ahora posee un negocio de sastrería exitoso y emplea a diez mujeres jóvenes, cinco de las cuales ha formado personalmente. “Se ha transformado de la pobreza a la independencia económica”, ha afirmado la hermana Levina. “Theresia ahora es una líder, una mentora y una inspiración”. El viaje de Theresia inició en una humilde casa de barro, una casa de pocas habitaciones con una familia numerosa. La grave pobreza le impidió continuar sus estudios hasta que se encontró con las hermanas canossianas, que la inscribieron en su centro y recibió educación gratuita. Después de sobresalir en sus estudios, Theresia trabajó en el mismo centro durante varios años. Durante ese periodo, ahorró dinero para iniciar su propio negocio. Las hermanas le regalaron la máquina de coser y marcó el inicio de su recorrido empresarial. Ahora posee más de diez máquinas de coser y gestiona su propio centro, donde forma a chicas procedentes de ambientes desfavorecidos y ha contratado a cinco de ellas para realizar y vender vestidos. “Estoy agradecida a las hermanas por haberme transformado del polvo a la gloria”, ha declarado Theresia. “Me enseñaron la disciplina, a conformarme y la importancia de evitar la avaricia. He aprendido que el éxito pasa a través del esfuerzo, la oración y la perseverancia”.
La ética del trabajo que ha desarrollado ha sido inestimable. Le ha ayudado a ser autosuficiente, a iniciar su propia actividad y a apoyar a otros. Ahora da clases gratuitas de costura a tres niñas pobres y ha ayudado a su hermano menor a terminar la escuela secundaria y a ir a la universidad. Juntos, han elevado a su familia construyendo una casa sólida de ladrillo y chapa de hierro. “Estoy agradecida con las hermanas”, reflexiona Theresia. “Ya no soy un peso para la sociedad; ahora gestiono mi vida de forma responsable y lo devuelvo a los demás. Este cambio ha sido realmente una bendición”.
Necesidad de un espacio seguro
No obstante los éxitos, los desafíos permanecen. La falta de alojamientos obliga a muchas chicas a recorrer cada día largas distancias hasta el Centro de formación santa Magdalena de las hermanas, poniéndose en riesgo de ser secuestradas y forzadas a casarse”. “A veces inscribimos a 50 chicas, pero solo de 15 a 25 consigue licenciarse”, ha dicho sor Levina. “Sin un lugar seguro en el que estar, se las llevan de nuevo a la tradición”, ha subrayado sor Levina. Para afrontar este problema, las hermanas canossianas quieren construir un albergue para chicas en riesgo, expandir el centro de formación, aumentar las inscripciones e introducir más programas de emancipación.
El poder de educar a una chica
“Cuando educas a una mujer, le das el poder de cambiar su vida y la de su comunidad”, ha subrayado sor Levina. Una mujer formada conocerá sus derechos, elegirá a su pareja, evitará tradiciones dañinas como la mutilación genital, educará a sus hijos, sostendrá a su familia y transformará su comunidad. La misión de las hermanas canossianas es más que caridad; es un movimiento por el cambio. Estas chicas, antes destinadas a una vida llena de dificultades, ahora son agentes de cambio que están desafiando las normas, remodelando el futuro y creando herencia de emancipación. A través del amor, la educación y las oportunidades, las hermanas canossianas no están solo salvando vidas humanas, sino que están reescribiendo los destinos.
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