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Camerún, el diálogo como única vía para superar la crisis

No han faltado las protestas tras la octava reelección del presidente Paul Biya. «Mi llamamiento a todos los cameruneses es que mantengan la calma», declara a los medios de comunicación vaticanos el presidente de la Conferencia Episcopal del país, el arzobispo Andrew Nkea Fuanya, expresando su deseo de «un diálogo auténtico entre el Gobierno y la oposición».

Paul Samasumo y Valerio Palombaro 

Son múltiples los retos que le esperan a Camerún, después de que el Consejo Constitucional ha oficializado el resultado de las elecciones del 12 de octubre, otorgando un octavo mandato al presidente Paul Biya. Este último, de 92 años, se perfila como el líder político más longevo del mundo: tras ser elegido segundo presidente en la historia de Camerún hace 43 años, en 1982, Biya sigue siendo jefe de Estado y el 6 de noviembre prestó juramento ante el Parlamento de Yaundé para un nuevo mandato de siete años.

Los muertos en las protestas

Su enésima reelección, con un 53,66 % de los votos frente al 35,19 % del segundo clasificado, Tchiroma Bakary, ha provocado malestar y disturbios. Según fuentes de la agencia de noticias Reuters, las fuerzas de seguridad camerunesas han matado a 48 civiles en respuesta a las protestas contra la reelección de Biya. «Camerún está atravesando una situación difícil, al igual que otros países africanos», confirma en una entrevista con los medios de comunicación vaticanos el arzobispo de Bamenda, Andrew Nkea Fuanya, presidente de la Conferencia Episcopal de Camerún: «Esto está causando la pérdida de vidas humanas. Y ese no es el objetivo de la democracia». Según el prelado, el derecho a protestar es fundamental, «pero no podemos destruir nuestro país porque las elecciones hayan salido de una manera u otra». «Mi llamamiento a todos los cameruneses es que mantengan la calma», afirma Nkea, pidiendo «un diálogo auténtico entre el Gobierno y la oposición» sobre cómo llevar la paz a Camerún.

Las tres crisis que afectan al país

Esta nación de África occidental, con unos 30 millones de habitantes, se enfrenta a tres crisis principales: la violencia yihadista en el norte, el separatismo en las provincias anglófonas y el cambio climático. Una coyuntura de inseguridad que ha generado lo que el Consejo Noruego para los Refugiados (NRC) ha definido recientemente como «la crisis humanitaria más descuidada del mundo». La insurrección del grupo yihadista Boko Haram y del autodenominado Estado Islámico en África occidental, así como la guerrilla separatista anglófona en las regiones occidentales, son algunos de los factores que han obligado a más de un millón de personas a abandonar sus hogares en 2024. La violencia ha obligado a cientos de miles de niños a abandonar la escuela, mientras que miles de centros educativos han sido destruidos desde 2017 hasta la fecha.

La situación se ve agravada por el cambio climático y sus consecuencias: la temporada de lluvias de 2024 ha sido devastadora para el sector agrícola, con inundaciones que han destruido cultivos e infraestructuras agrícolas en el extremo norte del país. En Camerún viven, en condiciones de indigencia, cientos de miles de refugiados procedentes de las vecinas República Centroafricana y Nigeria, a su vez afectadas por graves crisis humanitarias. La dramática situación de Camerún es ignorada por gran parte de los medios de comunicación y la comunidad internacional. Y la escasa atención internacional se traduce en una falta de ayuda, vital para muchas personas: el NRC recuerda que en 2024 solo el 45 % de la respuesta humanitaria prevista recibió fondos.

El separatismo en las provincias anglófonas

En cuanto al conflicto en las provincias anglófonas, el arzobispo de Bamenda observa que «estamos entrando en el noveno año de esta crisis y no se está haciendo mucho para resolver sus causas principales». Camerún, que fue colonia alemana hasta la Primera Guerra Mundial, fue dividido entre franceses e ingleses antes de su independencia en 1960: los primeros ocuparon la mayor parte del territorio, mientras que los segundos obtuvieron el control de la parte occidental.

El conflicto actual afecta precisamente a las provincias anglófonas del suroeste y noroeste, donde vive aproximadamente el 20 % de los casi 30 millones de ciudadanos cameruneses. La decisión de los rebeldes de recurrir a las armas fue seguida en 2017 por la autoproclamación de Ambazonia, un pseudoestado en las provincias del suroeste y noroeste. El término deriva de la palabra Ambozes, nombre local de la bahía de Ambas, acuñado en los años ochenta en el marco de una campaña de promoción de la cultura anglófona y la autonomía de la región. «Últimamente ha vuelto la calma, pero eso no significa que la crisis haya terminado: sigue habiendo mucho descontento entre los anglófonos», subraya Nkea, recordando que hay focos de combate y que toda la zona está militarizada, con violaciones tanto por parte de los separatistas como del ejército camerunés.

«Oremos para que este período de calma continúe y podamos ver cómo, a través del diálogo, podemos poner fin definitivamente a la crisis». Muchos de los desplazados a lo largo de los años han regresado a sus hogares. «Pero a veces —explica el arzobispo— les digo a los líderes de los grupos separatistas que una de las cosas que han logrado en Camerún ha sido mezclar a los cameruneses». Por lo tanto, muchas de las personas que se encuentran en las provincias anglófonas están perfectamente integradas allí, tienen actividades económicas y no tienen intención de regresar al lugar de donde vinieron. «Los que no se han integrado en los lugares a los que han ido, sobre todo los que han huido a Nigeria, han regresado —precisa Nkea—. Y lo podemos ver en la población que frecuenta las iglesias. Las escuelas vuelven a estar llenas, sobre todo en las zonas urbanas, mientras que los lugares a los que la gente no acude fácilmente son las periferias, porque temen a los combatientes separatistas».

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10 noviembre 2025, 11:00