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La misa de beatificación en Notre Dame de París La misa de beatificación en Notre Dame de París 

Beatos 50 mártires, Hollerich: en el infierno de los campos, un oasis de paraíso

En París, el cardenal de Luxemburgo preside la misa en Notre-Dame y ensalza el servicio de los testigos del Apostolado Católico en Alemania. Con la mirada puesta en el presente, advierte: en Europa no estamos a salvo ni de la guerra ni de la violencia. Exhorta a trabajar juntos por la paz, a los jóvenes a aprender de Cristo, que es «Príncipe de la paz, del amor, no del odio». La fe, concluye, encuentra su expresión concreta en la fraternidad.

Antonella Palermo - Ciudad del Vaticano

«Puntos de luz» en el «siglo oscuro de las matanzas». Así define el cardenal Jean-Claude Hollerich SJ, que como delegado del Papa preside la misa de beatificación en la catedral de Notre-Dame de París, a los cincuenta mártires del Apostolado Católico en Alemania que hoy son elevados a los honores de los altares. Son religiosos, seminaristas y fieles laicos que prestaron el Servicio de Trabajo Obligatorio (STO) en los territorios alemanes y fueron asesinados por odio a la fe durante la dominación nazi, entre 1944 y 1945. Fue el amor a Cristo lo que los impulsó a ofrecerse como voluntarios para servir a sus hermanos deportados. Jóvenes de entre 20 y 35 años de edad, que aceptaron sin dudarlo, junto con muchos otros apóstoles anónimos, estar presentes en esa angustia espiritual y moral en la que se encontraban un millón quinientos mil obreros franceses, ya desprovistos de referentes religiosos porque, como precisa el cardenal jesuita en la homilía, a los sacerdotes alemanes se les prohibió ejercer su ministerio en su favor. La larga lista de nombres de los mártires se pronuncia al comienzo de la liturgia: «En el infierno de los campos lograron crear oasis de paraíso».

En el infierno de los campos nazis crearon «oasis de paraíso»

Raymond Cayré, sacerdote diocesano, Gérard-Martin Cendrier, religioso profeso de la Orden de los Frailes Menores, Roger Vallé, seminarista, Jean Mestre, laico, y 46 compañeros. Un puñado de fuerzas de paz, de ayuda en la fe en Jesús. Estos son los mártires beatificados hoy. Procedentes de una treintena de diócesis, de diferentes institutos de vida consagrada, de la Acción Católica y del Movimiento Scout, compartieron entusiasmo y miedos, impulsos de generosidad y sufrimientos, recuerda el arzobispo de Luxemburgo, que cita a algunos de ellos de forma emblemática para conocer también el estilo de los demás. Lo que les une es una vida de servicio: «Todos, sin excepción, hicieron de su vida, de su actividad, de su cautiverio y de su martirio un servicio, ¡y qué servicio! Siguieron a Jesús, como auténticos discípulos, siguiendo los pasos de su Maestro». Ejemplos que nos hacen reflexionar también sobre el presente: «En medio del torbellino de la guerra y de las atrocidades inhumanas de las que hoy tenemos conocimiento seguro —son palabras del cardenal—, estos mártires y todos aquellos que compartieron su ideal, su generosidad y su destino, manifestaron a sus hermanos la presencia inquebrantable del amor y la misericordia de Dios. Así lograron crear, en el infierno de los campos, oasis de paraíso, donde el amor conseguía devolver el ánimo, aliviar las heridas del corazón, sacudir el miedo e infundir esperanza, conocidos como mártires del STO».

La lectura de los nombres de los mártires
La lectura de los nombres de los mártires

Hoy en día no estamos a salvo ni de la guerra ni de la violencia

Los animaba el deseo de santidad, la docilidad a la acción del Espíritu, la fidelidad hasta la muerte, el amor a Jesús que superaba al amor a sus padres. Portadores de un mensaje, dice Hollerich, que no puede envejecer: «¡El amor nunca pasará!». Su vida nos lleva a redescubrir el valor del Bautismo, continúa el cardenal, que «nos compromete a alimentar nuestra existencia y nuestras múltiples actividades con esta fe, comunión con Cristo». De ahí la cita de testigos de la paz y la reconciliación como Schuman, De Gasperi, Adenauer, que «dedicaron su vida al servicio del bien común». A continuación, una nota muy amarga sobre el tiempo presente: «Desde hace ochenta años vivimos el período de paz más largo que Europa occidental haya conocido en su larga historia, y sin embargo no estamos a salvo ni de la guerra ni de la violencia». El cardenal Hollerich, con tono apasionado, invita a trabajar juntos en Europa por la paz. La fe debe encontrar su expresión concreta en la fraternidad, subraya, mientras que los nazis despreciaban la libertad religiosa. «Obligados a respetarla en Alemania, mostraban su verdadera identidad en los territorios ocupados». Estos mártires que hoy se celebran son, por tanto, «mártires de la libertad religiosa».

El llamamiento a los jóvenes para que se conviertan en apóstoles misioneros

La homilía del cardenal Hollerich concluye con un llamamiento a los jóvenes católicos para que vivan plenamente el seguimiento de Cristo: así la vida será bella. El testimonio de los mártires es «importante para el futuro de la Iglesia en Europa». Que ese mismo amor por Jesús que movió a aquellos apóstoles les impulse a convertirse en «apóstoles misioneros», es el deseo del arzobispo luxemburgués, que también recuerda las palabras que le gustaba repetir al Papa Francisco: la conversión parte de la cabeza, pero debe pasar por el corazón. «Y a todos ustedes, jóvenes de Francia y de Europa, ustedes que ya no ven sentido a su vida, ustedes que buscan una identidad que les haga vivir, miren a Cristo, Príncipe de la paz, aprendan de Él, como de sus hermanos mayores mártires, hoy beatos, a comprometerse por el bien de sus hermanos y hermanas».

 

 

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15 diciembre 2025, 11:42