La Pastoral de Movilidad Humana: instrumento de esperanza
Yamile López
“Que todos los que anden emigrando se quieran por igual como hermanos que somos todos, todos somos seres vivos con errores o sin errores, pero que todos somos iguales”, responde Camilo al pedirle una reflexión sobre lo que ha sido para él su vida como migrante. Y así, en dos sencillas líneas definió la manera en que debe entenderse la migración, una misión a la que las Franciscanas de María Inmaculada dan respuesta a través de la Pastoral de Movilidad Humana. Hace 30 años la Diócesis de Piedras Negras, ubicada en la frontera mexicana con Estados Unidos, fundó un albergue para los ciudadanos deportados. Con el tiempo las circunstancias cambiaron y se transformó en la Casa del Migrante Frontera Digna, un “oasis” para los que caminan con la esperanza de construir un futuro mejor.
La misión es trabajar donde hay más necesidad
La primera vez que la Hermana Isabel trabajó con migrantes fue con la Conferencia de Religiosos de El Salvador (Confres), una labor más de tipo preventivo sobre los riesgos de migrar. Luego realizó la ruta del migrante, pasó por 8 albergues, Guatemala y llegó a Ixtepec, México. En el año 2018 viajó a Bogotá, y en compañía de otras Hermanas prestó un servicio especial a los migrantes venezolanos que, en aquellos años, ingresaban masivamente a Colombia. “Me desplazaba a la terminal del Salitre donde iba todas las mañanas a acoger a todos los migrantes venezolanos que llegaban, a orientarlos, ofrecerles un vasito de agua dulce con un pancito, leer la Palabra con ellos, hacer algunas celebraciones también para orientar a las jóvenes que tenían a los escalabrinianos ahí”, recuerda la Hermana conmovida ante la situación de las mujeres y añade: “Las jóvenes tímidas que iban con sus maletitas, se sabía que iban compradas o vendidas a la prostitución ahí en Bogotá, entonces íbamos por todo el terminal informando lo que era la trata”. Pocos meses después salió para México en compañía de dos Hermanas.
La solidaridad hace renacer la esperanza
En este tiempo las Hermanas han compartido muchas historias de dolor con los migrantes, entre ellas las vividas durante la pandemia por el Covid-19. “Piedras Negras es un lugar de personas buenas, solidarias, comprometidas, en esa época también las parroquias se unieron a nosotros para servirle al migrante ese plato de comida y seguirlos asistiendo”, reconoce la Hermana Isabel. Sólo en la intermediación de la Divina Providencia encuentra la explicación cuando piensa en lo que representó atender a diario a casi mil migrantes. Había para todos comida, un colchón, una cobija, atención médica y el alivio espiritual; por eso, agradece a los muchos voluntarios, a las parroquias, a Médicos sin Fronteras y a la Red Franciscana de Migrantes. Como religiosas la oración y la espiritualidad franciscana les ayudan a sobrellevar el dolor los migrantes. Situaciones como las de mujeres embarazadas decididas a cruzar el río con la falsa ilusión de que si el niño nace en Estados Unidos obtendrán la ciudadanía, otras, víctimas de violación o secuestro que fueron vendidas y lograron liberarse para llegar al norte. De todas se acuerdan, muchas las llaman, a agradecerles porque podrán seguir con sus sueños.
La migración y la Beata María Caridad Brader
Camilo decidió dejar su país en busca de algo mejor para él, su madre y su hermana. “El mensaje que le quiero dejar a todas las madres (refiriéndose a las religiosas) es que no desfallezcan de esta hermosa y gran labor que hacen con todos los migrantes... Nunca olvidaré el día que fue la independencia de mi país, me lo celebraron con almuerzo especial, con banderas y comida típica y detalles”. La migración es una realidad a la que se responde con un servicio fraterno y sinodal, la fundadora de su Congregación, la Beata María Caridad Brader, en su tiempo abrazó el ideal misionero y dejó su natal Suiza para trabajar por los pueblos que a finales del siglo XIX estaban olvidados en Ecuador y Colombia. “Yo pienso que la Madre Caridad hubiera fundado por todas las fronteras casas o lugares donde las Hermanas estuvieran presentes, porque eso hacía ella, en la historia tenemos algunas realidades que cuando hubo una situación de guerra, cerró su escuela para convertirla en un hospital y puso a las Hermanas de enfermeras para asistir a los heridos”. Y concluye: “Es este espíritu misionero de la Madre Caridad el que nos anima diariamente a quienes estamos en Piedras Negras”.
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