Gaza, cuando los niños enseñan a los adultos la alternativa al odio
Beatrice Guarrera y Andrea Moneta
“Tenemos sueños, tenemos esperanzas. Somos más que rebeldes. Somos más que simples blancos”. Es la voz que, en la película “Los niños de Gaza – Sobre las olas de la libertad (How Kids Roll)”, una niña de la Franja confía al espectador. Suena como una afirmación de existencia, pero también como una advertencia para los adultos. La cinta, dirigida por Loris Lai —candidato al David de Donatello 2025 a la mejor ópera prima—, transmite un fuerte mensaje de responsabilidad y esperanza lanzado precisamente por los más pequeños, que en su inocencia se niegan a convertirse en enemigos. Por el contrario, buscan futuros posibles a través de la amistad.
El llamado a la fraternidad nace del ejemplo de los protagonistas: Mahmud, un niño palestino de Gaza, y Alon, un niño israelí que vive en una colonia. Su vínculo fue más allá de la filmación, como ellos mismos contaron durante la proyección en la Filmoteca Vaticana el jueves 25 de septiembre. La película, ambientada en la Franja en 2003, durante la segunda intifada, los muestra unidos por la pasión por el surf, que les permite encontrar un terreno común en medio de las dificultades y del clima de odio recíproco.
Al mismo tiempo, las armas continúan matando y la espiral de violencia no se detiene. La vida de los niños se ve interrumpida constantemente por las sirenas que anuncian bombardeos. En ese terreno de enemistad, serán ellos quienes enseñen a los adultos el valor de la vida y la fuerza de la esperanza. Acompañan este recorrido las músicas del compositor y premio Óscar Nicola Piovani, que guían las emociones de una historia inspirada en la novela juvenil homónima de Nicoletta Bortolotti.
La mirada de los pequeños
El punto de vista de los niños está en el centro de la cinta:
“Los niños, justamente por la edad que tienen —explica el director Loris Lai—, representan el futuro, representan lo que podría mejorar. Entre Palestina e Israel nunca ha sido fácil: ahora más que nunca la situación es terrible”.
En ese contexto, ellos muestran “una tercera vía”:
“Lo dice el propio niño israelí en la película cuando le pregunta al padre algo muy sencillo: ¿Cuándo acabará todo esto? Y el padre responde: Quizás cuando no existan más ellos o no existamos más nosotros”.
El pequeño entonces se pregunta por qué no puede existir una tercera opción: la convivencia.
“Los dos niños —continúa Lai—, a través del deporte, algo puro, logran derribar barreras y reducir diferencias que, lamentablemente, están obligados a vivir. Nos muestran que una alternativa es posible”.
El vínculo que se narra en la película se hizo real también fuera de la pantalla:
“Al principio estaban un poco distantes, se observaban, se estudiaban, pero no se abrían a la amistad. Luego, tras compartir el rodaje y la experiencia única de actuar por primera vez, consiguieron acercarse”, cuenta el director.
Por un mundo sin odio
“Fue muy difícil fingir que lo odiaba”, admite Mikhael Fridel, intérprete de Alon, al recordar una escena de tensión con Mahmud, interpretado por Marwan Hamdam.
“En el rodaje me agarraban del pelo, él debía lanzarme una piedra y tuvimos que fingir que nos odiábamos y peleábamos”, añade. “Tuvimos que vivir de verdad esas emociones para transmitirlas”.
La experiencia, sin embargo, fue positiva:
“Todos los momentos fueron bonitos, pero si tuviera que elegir uno, probablemente diría cuando hicimos surf juntos en Cabo Verde”, dice Mikhael.
Para Marwan, originario de un pequeño pueblo palestino cerca de Haifa, el surf era una novedad.
“Actuar fue un poco difícil, pero también muy divertido —cuenta—. Hay una escena en la que discutimos; fue complicado porque teníamos que mostrar rabia y tristeza a la vez. El texto era muy largo y el inglés no es mi lengua materna. Pero lo logramos, y estamos muy orgullosos de lo que hicimos. Si pienso en los buenos momentos de este viaje, pienso en todo. Sí, me gustó todo, hasta lo malo”.
Sobre el futuro, dice sonriendo: “Además de actuar, me gustaría ser piloto”. Mikhael, que vive en Londres con su familia, originaria de Tel Aviv, tiene un deseo sencillo: “Quiero que todos puedan ser felices, siempre, si es que eso fuera posible”. “Yo también lo espero”, responde Marwan.
Volver al amor por la vida
En un tiempo en que Gaza está al límite —tras casi dos años de guerra y después de haber quedado prácticamente arrasada por los bombardeos israelíes—, el mensaje del film es más actual que nunca.
“En la guerra todos sufren —señala Paolo Ruffini, prefecto del Dicasterio para la Comunicación, al presentar la proyección—. Es cierto, al final quizá haya un vencedor, pero ¿qué significa ser vencedor? ¿Cómo se vence en la paz? ¿Cómo se puede seguir esperando la paz? ¿Cómo se puede seguir amando al otro? ¿Cómo creer en una tercera vía, frente a la falsa idea de que la única alternativa es que mueran ellos o muramos nosotros?”.
Ruffini recordó unas palabras de Giuseppe Ungaretti: “En mi silencio escribí cartas llenas de amor; nunca estuve tan apegado a la vida”.
“De ahí deberíamos volver a partir —afirmó el prefecto—, del amor por la vida. Vivimos tiempos confusos e infelices, infelices precisamente porque hemos perdido la capacidad de compasión, porque hemos perdido la mirada limpia de los niños”.
La esperanza, dijo, es recuperar esa mirada y, con esa semilla, rezar “cada uno según su fe, para que cese la ilusión de la guerra y vuelva el espíritu de la paz”.
El mensaje de fraternidad
“La fraternidad es la base de la humanidad, y el mensaje de Cristo está basado en esto más que nunca”, concluye Tarak Ben Ammar, productor del film junto con Elda Ferri. “Con lo que está pasando en Oriente Medio, pero también en Ucrania, son los niños quienes tienen algo que enseñar a los adultos”. De ahí la voluntad de “enviar un mensaje no político, sino de paz”.
La historia de amistad, que se concretó también en la vida real, “demuestra que el cine crea fraternidad y transmite mensajes de paz”. En tiempos de alto el fuego continuamente pospuesto, de amenazas y represalias, de masacres y desesperación, surge entonces una pregunta inevitable: ¿cuándo escuchará el mundo el grito de los niños de Gaza de hoy?
Y, retomando las palabras del pequeño Alon en la película, la pregunta más urgente sigue siendo:
¿Cuándo acabará todo esto?
Gracias por haber leído este artículo. Si desea mantenerse actualizado, suscríbase al boletín pulsando aquí