Buscar

El ataque al hospital de Mrauk U, en el estado de Rajine, causó 33 muertos y más de 50 heridos (AFP or licensors) El ataque al hospital de Mrauk U, en el estado de Rajine, causó 33 muertos y más de 50 heridos (AFP or licensors)

Bombardeo de un hospital en Myanmar causa 33 muertos y más de 50 heridos

Es el enésimo ataque del ejército en un intento por recuperar terreno. Sor Naw Elsi: La Iglesia birmana no se echa atrás. El apoyo también se manifiesta a través de la presencia en las aldeas más aisladas

Guglielmo Gallone - Ciudad del Vaticano

Al menos 33 personas murieron y más de 50 resultaron heridas en el enésimo ataque aéreo sobre Myanmar. En esta ocasión, el ejército birmano atacó un hospital de Mrauk U, una localidad situada en el estado de Rajine, controlado casi en su totalidad por el Ejército de Arakan (AA), un grupo étnico armado, activo desde mucho antes de que el ejército derrocara al gobierno civil de Aung San Suu Kyi. Es precisamente en las zonas en las que la presencia de las milicias rebeldes es más generalizada donde la guerra se está intensificando cada vez más. El sábado ocurrió en la ciudad de Tabayin, en el corazón de Sagaing, donde otro ataque aéreo causó 18 muertos y una veintena de heridos.

El ejército intenta recuperar terreno

Los dos recientes ataques en Mrauk U y Tabayin se producen en un momento en el que el ejército birmano está intentando recuperar terreno. En varias regiones, especialmente en el norte, las Fuerzas Armadas birmanas (Tatmadaw) están aprovechando la nueva campaña de reclutamiento obligatorio, el uso de drones y la movilización de milicias locales para frenar el avance de las múltiples fuerzas rebeldes. De hecho, un análisis reciente del Instituto ISEAS-Yusof Ishak, citado por The Diplomat, habla de una “recuperación limitada”, que ha permitido al ejército recuperar algunas posiciones en los estados de Shan, Kachin y Kayin, rompiendo asedios y reabriendo corredores estratégicos. Sin embargo, se trata de éxitos limitados, fruto más de la reorganización interna que de un cambio real en las relaciones de fuerza. Amplias zonas de Myanmar siguen fuera del control de la junta y la violencia contra la población, como en el caso de Sagaing, sigue marcando el conflicto. Los rebeldes del Ejército de Arakan, por ejemplo, han arrebatado al Tatmadaw casi todo el estado costero de Rakhine, un territorio más extenso que toda Bélgica. La junta solo mantiene un control efectivo del 20-30% del país y, según varios analistas, la posibilidad de una reconquista total del territorio sigue siendo remota.

Los ataques a las infraestructuras

Las primeras en sufrir las consecuencias de este prolongado conflicto son las infraestructuras: desde 2021, año del golpe de Estado en Myanmar, más de 400 centros sanitarios han sido destruidos o han quedado inutilizables, mientras que más de 240 escuelas han sido bombardeadas o convertidas en bases militares. Ni siquiera se salvan las instituciones religiosas. Según los datos recopilados por organizaciones civiles activas en el país - Independent Investigative Mechanism for Myanmar, Centre for Information Resilience y Myanmar Witness -, más de 200 monasterios budistas, mezquitas, iglesias y otros lugares sagrados han sufrido daños o han sido saqueados o arrasados en los últimos cuatro años.

La Iglesia birmana no se echa atrás

A pesar de ello, «la Iglesia birmana no se echa atrás», cuenta a los medios vaticanos sor Naw Elsi, de las Siervas Misioneras del Santísimo Sacramento. La religiosa birmana describe una comunidad que sigue viviendo junto a su gente, compartiendo «dificultades, desesperaciones, llantos y dolor», acogiendo las heridas de un pueblo probado por la guerra y la pobreza. El apoyo también se manifiesta a través de la presencia en las aldeas más aisladas: «Nuestras hermanas -nos cuenta- ayudan a los niños, a los huérfanos y a los pobres en los lugares más recónditos, llevándoles comida, agua, ropa y medicinas, construyendo espacios para dormir y rezar, enseñando catecismo y acompañando a las familias en el intento de reconstruir un futuro posible. Es un trabajo que consiste en visitar casas, campos y escuelas para escuchar a la gente, comprender su dolor y animarla a vivir». Un compromiso constante en la sombra que, repite sor Naw Elsi, la Iglesia birmana nunca interrumpe.

Gracias por haber leído este artículo. Si desea mantenerse actualizado, suscríbase al boletín pulsando aquí

11 diciembre 2025, 13:16