León XIV: La misión, identidad que comienza con "el corazón que se abre"
Sebastián Sansón Ferrari - Ciudad del Vaticano
El Papa León XIV ha dirigido un afectuoso mensaje a los asistentes del VI Congreso Misionero Guatemalteco (COMGUA VI), reunidos en Zacapa del 14 al 16 de noviembre de 2025.
El Pontífice, al saludar a la asamblea, subraya que la misión no es una tarea secundaria, sino una "identidad" esencial para todo cristiano. Citando la etimología de la palabra misión (míttere), recuerda que su significado profundo es "ser enviados".
El Sucesor de Pedro resalta la necesidad de que en este camino misionero resplandezca la Verdad de Quien nos envía, pues lo que se comunica es una “buena noticia” que da vida y esperanza.
El Santo Padre propone el modelo de Jesucristo en la obra de la Redención como la guía perfecta para la acción misionera. Describe el triple dinamismo del “ver, juzgar y actuar”:
Ver: Cristo “vio la humanidad dispersa y necesitada de salvación”.
Juzgar: Lo hizo, no para condenar, sino para “comprender desde dentro”, abrazando el límite humano con amor infinito.
Actuar: Finalmente, actuó «entregándose hasta la muerte y una muerte de cruz» para la reconciliación universal.
El Papa exhorta al discípulo misionero a seguir esta misma lógica: ver con los ojos del Padre, juzgar con los criterios divinos y actuar dejando que el amor que brota de la Cruz se haga servicio y consuelo.
La formación y los múltiples rostros de la misión
León XIV expresa su “vivo deseo” de que los pastores promuevan una sólida formación humana, intelectual y pastoral para que las comunidades crezcan en la fe, fortalezcan la comunión y sirvan con caridad. Subraya que los procesos formativos auténticos conducen al encuentro personal y constante con Jesucristo, centro de la vida cristiana.
El Pontífice enfatiza la amplitud de la misión, la cual “adopta múltiples rostros”, mencionando como ejemplos a Santa Teresa del Niño Jesús, quien abrazó el mundo desde el silencio y la oración, y a San Francisco Javier, quien cruzó fronteras. En ambos, concluye, actúa el Espíritu: “un amor que contempla y un amor que sirve”.
El éxodo interior: salir de sí mismo
En un pasaje central del mensaje, el Papa León XIV afirma que la verdadera misión no arranca con la acción exterior, sino con la transformación interna: “no comienza con los pies que caminan, sino con el corazón que se abre”.
El primer paso de ese envío es el “éxodo interior”, la liberación del egoísmo y del miedo. Solo al configurarse con Aquel que vino a revelar el amor del Padre, la misión florece, convirtiéndonos en “instrumentos del abrazo misericordioso del Padre”.
El eco del Hermano Pedro
El Papa evoca la figura del santo hermano Pedro de San José de Betancurt, muy querido en la región, quien recorría las calles haciendo sonar su campana para “despertar los corazones” y recordar la presencia continua de Cristo.
El Pontífice utiliza esta imagen para invitar a los misioneros a vaciarse de sí mismos y de “ruidos interiores”, para que el corazón misionero pueda dejar resonar el amor de Dios con fidelidad. Esa “campana”, símbolo del “alma disponible”, sigue sonando hoy.
El mensaje termina con la súplica a Dios, por intercesión de la Bienaventurada Virgen María, Reina de las Misiones, para que en los corazones de los participantes resuene la voz de Cristo: «Como el Padre me envió, así los envío yo» (Jn 20,21). Finalmente, el Papa imparte la Bendición Apostólica, “signo de comunión y fortaleza en la misión”.
"El profetismo no es ideología: es el Evangelio hecho carne donde la vida duele"
En una carta abierta, los asistentes al Congreso plantean varios puntos importantes para la reflexión. Entre ellos, sostienen que "evangelizar hoy requiere valentía, cercanía y sensibilidad".
"La misión -especifican- es caminar entre el pueblo con los pies polvorientos y el corazón encendido, pero también exige una palabra profética firme, nacida del sufrimiento del pueblo y del rechazo a todo aquello que los oprime: la injusticia, la corrupción, la indiferencia y los sistemas que deshumanizan". En tal sentido, acotan que "el profetismo no es ideología: es el Evangelio hecho carne donde la vida duele".
"Es amor que denuncia la injusticia, pero también consuela y cura. Por eso proclamamos que la misión es encarnación: vivir con, desde y para el pueblo; es profecía que defiende la dignidad y que mantiene viva la memoria de quienes entregaron su vida por la justicia, como San Romero de América, los mártires de Quiché y tantos testigos cuya voz sigue despertando la conciencia de nuestro continente".
Además, puntualizan que Guatemala vive una "hora decisiva": "La corrupción, la impunidad, la violencia, la exclusión histórica de los pueblos indígenas, la migración forzada y la devastación ambiental han quebrado el tejido social". No obstante, descubren signos luminosos, como las comunidades resilientes, los jóvenes que sueñan, las mujeres que luchan, los pueblos que resisten y las semillas de bien que brotan silenciosas.
En este escenario, remarcan que la Iglesia está llamada a ser luz, sal y levadura, "caminando con una espiritualidad sinodal que transforme la realidad desde dentro, con memoria agradecida y con una presencia humilde, cercana y profética".
Asimismo, llaman a todos los creyentes y a la sociedad guatemalteca a no permitir que les roben la esperanza, desean que la fe los haga audaces, que la memoria los mantenga fieles y la encarnación los haga hermanos.
"La fe no puede encerrarse en los templos: debe hacerse vida en la esfera social, económica y política, porque seremos juzgados por el amor hecho justicia".
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