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El Papa: Despertemos en lo más profundo de nuestro ser el sueño de un Líbano unido

En su último día de viaje apostólico al Líbano, el Papa León XIV presidió la Santa Misa en el Waterfront de Beirut. En su homilía, manifestó su agradecimiento por estos días intensos compartidos con alegría e instó a desarmar los corazones, para que triunfen la paz y la justicia.

María Cecilia Mutual - Ciudad del Vaticano

“¡Líbano, levántate! ¡Sé morada de justicia y de fraternidad! ¡Sé profecía de paz para todo el Levante!”

Fue la invitación del Papa León XIV en la homilía de la misa que presidió en el Waterfront de Beirut, última actividad de su viaje apostólico al País de los Cedros. El Pontífice instó a los cerca de 150 mil presentes a unir “esfuerzos para que esta tierra pueda recuperar su esplendor” y para hacerlo invitó a “desarmar los corazones” y a dejar “caer las armaduras de las cerrazones étnicas y políticas”.

Antes de dirigirse al Waterfront de Beirut, León XIV acudió al puerto para una oración silenciosa en el lugar de la explosión del 2020, manifestando su cercanía y solidaridad a las familias de las más de 200 personas fallecidas en la catástrofe.

Hablando en francés, el Santo Padre inició su homilía agradeciendo al Señor por “tantos dones recibidos por su bondad”, en estos “días intensos que hemos compartido con alegría” y “por lo que nos ha permitido vivir juntos”.

Alabanza y gratitud

Comentando las palabras de Jesús en el Evangelio de Lucas cuando rezó al Padre diciendo: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra» el Papa observó que “la dimensión de la alabanza no siempre encuentra espacio dentro de nosotros”, porque a veces estamos “agobiados por las fatigas de la vida” y nos sentimos “más inclinados a la resignación y a la queja” en lugar de la gratitud. De ahí su invitación a cultivar actitudes de alabanza y gratitud:

La invitación a cultivar siempre actitudes de alabanza y gratitud la dirijo precisamente a ustedes, querido pueblo libanés. A ustedes, que son destinatarios de una belleza singular con la que el Señor ha adornado su tierra y que, al mismo tiempo, son espectadores y víctimas de cómo el mal, en sus múltiples formas, puede empañar esta maravilla.

“Desde esta explanada que se asoma al mar, también yo puedo contemplar la belleza del Líbano cantada por la Escritura”, afirmó a contiuación el Pontífice y evidenció esta belleza citando los salmos que exaltan sus “altos cedros”, símbolo del país, o el Cantar de los Cantares que compara las vestiduras de la esposa con el aroma de esta tierra.

En Jerusalén, ciudad santa revestida de luz por la venida del Mesías, anuncia: «Hasta ti llegará la gloria del Líbano, con el ciprés, el olmo y el abeto, para glorificar el lugar de mi Santuario, para honrar el lugar donde se posan mis pies» (Is 60,13).

Luces en el corazón de la noche

Sin embargo – observó el Papa – esa belleza se ve oscurecida por la pobreza y el sufrimiento, por las heridas que han marcado su historia, por un contexto político frágil y a menudo inestable, por la dramática crisis económica que les oprime, por la violencia y los conflictos que han despertado antiguos temores. Y ante este escenario, “la gratitud cede fácilmente paso al desencanto, el canto de alabanza no encuentra espacio en la desolación del corazón, la fuente de la esperanza se seca por la incertidumbre y la desorientación”.

Sin embargo, la Palabra del Señor nos invita a encontrar las pequeñas luces que brillan en lo hondo de la noche, tanto para abrirnos a la gratitud como para estimularnos al compromiso común en favor de esta tierra.

Ojos que reconozcan el retoño que crece en el dolor

Pero la Palabra del Señor es una invitación a actuar de otra manera, alentó el Pontífice, como lo hizo Jesús al Padre, agradeciendo no “por obras extraordinarias, sino porque revela su grandeza precisamente a los pequeños y humildes, a aquellos que no llaman la atención, que parecen contar poco o nada, que no tienen voz”.

De hecho – añadió – el Reino que Jesús viene a inaugurar tiene precisamente esta característica de la que nos habló el profeta Isaías: es un brote, un pequeño retoño que surge de un tronco (cf. Is 11,1), una pequeña esperanza que promete el renacimiento cuando todo parece morir. Y esto es también “una indicación para nosotros, para que tengamos ojos que sepan reconocer la pequeñez del retoño que surge y crece incluso en medio de una historia dolorosa”, indicó León XIV, añadiendo:  

Pienso en su fe sencilla y genuina, arraigada en sus familias y alimentada por las escuelas cristianas; en el trabajo constante de las parroquias, las congregaciones y los movimientos para responder a las preguntas y necesidades de la gente; me vienen a la mente los numerosos sacerdotes y religiosos que se dedican a su misión en medio de múltiples dificultades; así como también los laicos, comprometidos en el campo de la caridad y en la promoción del Evangelio en la sociedad.

Todos llamados a la conversión del corazón

Al mismo tiempo, continuó el Santo Padre, “esta gratitud no debe quedarse en un consuelo íntimo e ilusorio” sino que debe llevarnos a la “transformación del corazón, a la conversión de la vida” porque “todos estamos llamados a cultivar estos brotes, a no desanimarnos, a no ceder a la lógica de la violencia ni a la idolatría del dinero, a no resignarnos ante el mal que se extiende”.

Cada uno debe poner de su parte y todos debemos unir nuestros esfuerzos para que esta tierra pueda recuperar su esplendor. Y sólo hay una forma de hacerlo: desarmemos nuestros corazones, dejemos caer las armaduras de nuestras cerrazones étnicas y políticas, abramos nuestras confesiones religiosas al encuentro mutuo, despertemos en lo más profundo de nuestro ser el sueño de un Líbano unido, donde triunfen la paz y la justicia, donde todos puedan reconocerse hermanos y hermanas y donde, finalmente, se pueda realizar lo que nos describe el profeta Isaías: «El lobo habitará con el cordero y el leopardo se recostará junto al cabrito; el ternero y el cachorro de león pacerán juntos» (Is 11,6). Este es el sueño que se les ha confiado, es lo que el Dios de la paz pone en sus manos: ¡Líbano, levántate! ¡Sé morada de justicia y de fraternidad! ¡Sé profecía de paz para todo el Levante!  

Al concluir su homilía, León XIV elevó su “acción de gracias al Señor” por estos días compartidos, asegurando que lleva en su corazón los “sufrimientos y esperanzas” del pueblo libanés.

Rezo por ustedes, para que esta tierra del Levante esté siempre iluminada por la fe en Jesucristo, sol de justicia, y, gracias a Él, conserve la esperanza que no declina.

Resumen de la celebración eucarística

 

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02 diciembre 2025, 10:29