Maria Troncatti, artesana de paz y reconciliación para Ecuador
Sebastián Sansón Ferrari - Ciudad del Vaticano
“Ha muerto nuestra madre, ha muerto la santa”, recordaron los indígenas shuar cuando el 25 de agosto de 1969 la avioneta que transportaba a Maria Troncatti cayó en la selva ecuatoriana. Aquella mujer italiana, Hija de María Auxiliadora (HMA), que durante casi cincuenta años había curado cuerpos y corazones en la Amazonía, será proclamada santa de la Iglesia universal este domingo 19 de octubre, en una celebración presidida por el Papa León XIV en la Plaza de San Pedro.
Nacida en 1883 en Corteno Golgi, al norte de Italia, Troncatti conoció la espiritualidad salesiana a través del Boletín Salesiano y descubrió su vocación misionera en las huellas de Don Bosco. En 1922, con 39 años, partió hacia Ecuador. Allí, entre Macas, Sucúa y Sevilla Don Bosco, consagró su vida a la educación, la salud y la reconciliación de los pueblos amazónicos. Su existencia fue un testimonio de ternura y fortaleza, de fe encarnada en la vida cotidiana.
El padre Pierluigi Cameroni, salesiano y postulador de su causa, afirma que “la paz nace dentro de nosotros: somos hombres y mujeres de paz en la medida en que somos personas reconciliadas”. Y añade:
“Maria Troncatti fue capaz de transformar los conflictos de su tiempo porque primero cultivó la paz en su corazón. Su ejemplo sigue siendo actual para el Ecuador de hoy, donde la reconciliación y la educación son el camino hacia un futuro mejor”.
“Una alegría que renueva nuestra vocación”
La hermana Elisa Molinari, colaboradora del sector de Comunicación de las Hijas de María Auxiliadora, vive estos días con profunda gratitud:
“Es una gran alegría. Esta canonización es un acontecimiento de Iglesia y de familia salesiana, porque la santidad continúa manifestándose entre nosotros como una fuente de esperanza y guía en la misión”.
Para Molinari, la figura de Troncatti “es una luz para el presente”, especialmente en contextos donde escasean las vocaciones religiosas. “En estos días —explica— participan muchos jóvenes de Italia, Ecuador, Colombia y otros países. Ella fue madre, misionera, artesana de paz y reconciliación. Queremos transmitir estos valores y despertar en los jóvenes el deseo de una vida apasionada por Dios y por los demás”.
Asimismo, la religiosa invita a mirar la historia de la nueva santa como un estímulo vocacional:
“Maria partió de un pequeño pueblo de montaña, pero tenía horizontes grandes. Su deseo de amar y servir la llevó lejos. También nosotros estamos llamados a abrirnos a esos grandes horizontes que el Señor nos ofrece”.
Entre las diversas actividades programadas por las HMA, destacan un encuentro del Movimiento Juvenil Salesiano de Italia en el barrio romano de Cineccità, el sábado 18 de octubre, y la misa de acción de gracias por la canonización de Troncatti el lunes 20 en la Basílica de San Pablo Extramuros, oficiada por el Cardenal Ángel Fernández Artime, Pro-Prefecto del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, así como anterior Rector Mayor de los Salesianos.
“La santidad florece donde el Evangelio se encarna”
En la misma ceremonia será canonizado Peter To Rot, laico, catequista y padre de familia de Papúa Nueva Guinea, asesinado en 1945 por defender el matrimonio cristiano. El padre Fernando Clemente, postulador de su causa, ve en él una enseñanza universal:
“Santos como Peter To Rot nos muestran que la santidad no es un privilegio de los consagrados o del clero, sino un llamado para todos. Él fue un hombre de fe sencilla, esposo fiel y padre de tres hijos. Su testimonio nos invita a redescubrir la santidad en la vida cotidiana”.
Una santa para el Año de la Esperanza
La canonización de Maria Troncatti llega en el Año Santo de la Esperanza y en el marco del 150º aniversario de la primera expedición misionera salesiana. Su figura se levanta como signo de una Iglesia que sigue saliendo, que confía en la fuerza transformadora del Evangelio y en la capacidad de los pueblos para reconciliarse.
En las comunidades de la Amazonía ecuatoriana, su memoria sigue viva. La llaman “madre de la selva”, porque supo transformar el dolor en esperanza y el conflicto en fraternidad. Hoy, su vida sigue recordando que la verdadera paz comienza en el corazón que se deja reconciliar por Dios.
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