Minassian: Como el obispo mártir Maloyan, “vivamos con valentía nuestra fe”
Robert Attarian – Ciudad del Vaticano
“San Ignacio Maloyan vivió las palabras del Evangelio y llevó la cruz hasta su último aliento. Preservó a su rebaño en la fe, sufrió con él y por él, y dio su vida para animarlo, fortalecerlo y salvarlo”. Así lo afirmó el patriarca de Cilicia de los armenios católicos, Raphaël Bédros XXI Minassian, quien el lunes 20 de octubre, presidió en el Altar de la Cátedra de la Basílica vaticana la celebración de la misa de acción de gracias por la canonización de San Ignacio Maloyan, obispo y mártir de la Iglesia católica armenia, proclamado santo junto con otros seis beatos por León XIV el domingo 19 de octubre, en una solemne ceremonia en la Plaza de San Pedro.
Los concelebrantes, las autoridades y la sociedad civil
Participaron en la celebración los patriarcas Béchara Boutros Raï de Antioquía de los Maronitas y Ignace Youssif III Younan de Antioquía de los Sirios; el cardenal George Jacob Koovakad, prefecto del Dicasterio para el Diálogo Interreligioso; Mesrop Sarkissian, representante de Su Santidad Aram I, Catolicós de la Iglesia Apostólica Armenia de Cilicia; el arzobispo Flavio Pace, secretario del Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, el arzobispo Michel Jalakh, secretario del Dicasterio para las Iglesias Orientales, junto con los padres sinodales de la Iglesia católica armenia y miembros del clero. Entre otros, estuvieron presentes los embajadores de Armenia y Líbano y otros representantes de la sociedad civil, además de un gran número de peregrinos armenios procedentes de diversas partes del mundo que habían participado en la celebración de la canonización el día anterior.
El grito silencioso pero poderoso del martirio
Durante la homilía, el patriarca Minassian recordó "el grito silencioso pero poderoso del martirio" de Ignacio Maloyan, celebrado no en un simple rito conmemorativo, sino en una viva proclamación de fe. San Ignacio, señaló, no es solo un testigo del pasado, sino un compañero del presente, una voz que sigue hablando con fuerza en el corazón de un mundo a menudo sordo a la verdad del Evangelio. «Morimos, pero morimos por Cristo», dijo el obispo Maloyan en el momento supremo de la prueba, durante las persecuciones contra el pueblo armenio, el Metz Yeghern-Gran Mal. En esas palabras, afirmó el patriarca, está todo el poder de una fe que no se doblega y encuentra en la Cruz no una derrota, sino una victoria. "La sangre que derramó, como la de su Maestro, es semilla para nuevos creyentes y testimonio vivo de una Iglesia que no muere, porque está arraigada en Cristo", reiteró Minassian, subrayando que "su santidad no es simplemente un reconocimiento por parte de la Iglesia, sino una voz que nos llama a vivir en la verdad, una llamada a una fe incómoda, pero viva y valiente, capaz de perseverar incluso en los momentos más oscuros" .
La santidad no está reservada a unos pocos, es una vocación universal
Por eso, insistió, "una persona dispuesta a sacrificar su vida por la verdad no puede ser derrotada. Porque cuando el corazón pertenece a Cristo, ni la guerra, ni la persecución, ni la muerte pueden quitarle la libertad: la libertad del amor". La canonización de Ignacio Maloyan, exhortó el celebrante, "es un llamado a todos los cristianos, y en particular a los fieles católicos armenios, a comprender que la santidad no está reservada a unos pocos, sino que es una vocación universal". Por lo tanto, en tiempos en los que la fe es a menudo marginada, la figura de Ignacio Maloyan, observó además, "nos invita a vivir nuestra fe con valentía, autenticidad y amor ardiente por Cristo".
Tener la fuerza para decir: estamos dispuestos a morir por Cristo
Para concluir, el patriarca invitó a los presentes a orar por la Iglesia católica armenia y por todos los cristianos perseguidos en el mundo, especialmente en Oriente Medio, pidiendo «la intercesión de San Ignacio Maloyan y de todos los mártires, para que también nosotros, en nuestra vida cotidiana, tengamos la fuerza de decir: "Vivimos para Cristo y, si es necesario, estamos dispuestos a morir por Él"».
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