Vaticano: expuesto un retablo en la iglesia del Cementerio Teutónico

Gudrun Sailer - Ciudad del Vaticano

Junto a la tumba de San Pedro, en un rincón silencioso detrás de los muros vaticanos, ha ocurrido algo misterioso. En la iglesia del Cementerio Teutónico ha llegado desde Naumburg, ciudad del este de Alemania, un gran retablo que aúna cinco siglos de arte e historia de la fe. Y justo delante de este retablo, a pocos metros de distancia, descansa un hombre que, sin saberlo, se ha convertido en su protagonista: un indigente alemán, luterano, con el que el pintor Michael Triegel, de fe católica, se cruzó por casualidad en Roma hace años y que le sirvió de modelo para la figura de San Pedro.

Cuando en 2018 el artista de Leipzig vio sentado frente a una iglesia de Trastevere a ese hombre de barba gris y ojos vivos, estaba celebrando sus cincuenta años. «Me di cuenta —cuenta a los medios vaticanos— de que al darle limosna estaba tratando de comprar mi buena conciencia. Pero entonces él me miró. En esos ojos había toda una vida». ¿La intuición? «¡Me parece Pedro con esa barba canosa y esos ojos vivos!». Triegel le pidió al mendigo que posara para él y lo retrató con la técnica del «sottinsù», de abajo hacia arriba, «como se hace con los emperadores y los Papas».

Los rasgos de Pedro

Ese rostro volvió al lienzo en 2020, cuando Triegel pintó un retablo para la catedral evangélica de Naumburg, integrando en él los lienzos que quedaban de Lucas Cranach, el gran maestro de la Reforma. En la escena de la Virgen con el Niño y diez santos, el primer Papa, Pedro, tiene los rasgos de Scheffler, el mendigo de Trastevere. Y hoy, increíblemente, el retablo se encuentra justo al lado de su tumba en el Cementerio Teutónico. Aquí, de hecho, Scheffler, tras su trágica muerte bajo la columnata de la Plaza de San Pedro en 2022, fue acogido, a pesar de ser luterano, en la tumba para peregrinos difuntos de la archicofradía propietaria del lugar.

«Para mí es realmente casi un milagro», dice el artista, refiriéndose también a las discusiones en torno a la ubicación de su retablo, retirado de la catedral de Naumburg por motivos de conservación monumental, ya que sus dimensiones habrían puesto en peligro la condición de sitio de la UNESCO de la iglesia. «Admito que a veces me desanimé y pensé: ya nadie habla de lo que queríamos transmitir. En cambio, ahora tengo la sensación de que si este pobre hombre, que murió congelado en esta rica Europa, ahora tiene un nombre, si se le conmemora, entonces para mí todo este proyecto de Naumburg ha encontrado su razón de ser».

Un proyecto del siglo XVI

El retablo de Naumburg, que completa idealmente un proyecto iniciado por Lucas Cranach en el siglo XVI y parcialmente perdido durante la iconoclasia, permanecerá dos años en Roma. Se trata de un encuentro entre mundos que rara vez se tocan: Alemania Oriental, una de las regiones más descristianizadas de Europa, y el corazón del catolicismo. La obra ha sido acogida en el Campo Santo Teutónico, el complejo de alemanes y flamencos situado junto a San Pedro, con la colaboración del rector y la archicofradía propietaria del lugar. Fue el capítulo de la catedral evangélica de Naumburg, el mismo que encargó el retablo a Triegel, el que pidió al Campo Santo Teutónico que acogiera la obra durante dos años, en el marco de un ejemplar acuerdo de colaboración ecuménica. «Aquí el ecumenismo funciona de verdad», comenta el artista.

En el retablo aparecen figuras que subrayan una amplia apertura: junto a la Virgen y el Niño se representan santos de diferentes épocas, entre ellos el teólogo luterano Dietrich Bonhoeffer; el apóstol Pablo se representa con los rasgos de un rabino conocido en Jerusalén. Triegel explica que la intención era sanar, al menos en parte, las heridas del siglo XVI y volver a poner el arte sacro al servicio del culto y la oración.

La bendición de Benedicto XVI

El vínculo con Roma acompaña desde hace tiempo la trayectoria del artista, nacido y criado en un Estado ateo: su primer viaje al extranjero tras la caída del Muro, en 1990, fue precisamente a la Ciudad Eterna. En 2010, Triegel recibió un encargo excepcional: retratar al Papa Benedicto XVI, una tarea que solo unos pocos artistas contemporáneos han tenido. Cuatro años más tarde, el propio Triegel se convirtió al catolicismo al recibir el bautismo. El Pontífice emérito también siguió de lejos el nacimiento del retablo de Naumburg: durante el trabajo, envió al artista una carta desde su residencia en el Vaticano en la que le aseguraba sus oraciones y la bendición apostólica para el proyecto ecuménico.

Para Triegel, ver hoy el retablo junto a la tumba del hombre que le sirvió de modelo para San Pedro y en una iglesia vinculada a la memoria de Benedicto XVI tiene el sabor de una coincidencia significativa. Considera que el debate surgido en torno al lugar de exposición se ha convertido en una ocasión de encuentro entre comunidades diferentes y en un testimonio de acogida concreta en el corazón del Vaticano. «De repente —observa— esta obra, quizás incluso esta controversia, se ha convertido en una oportunidad de sanación, de acercamiento, de encuentro. En este sentido, para mí es un gran regalo ver ahora el cuadro en la iglesia donde sé que el Papa Benedicto celebraba a menudo la misa».

El retablo de Cranach y Triegel se puede visitar en la iglesia del Campo Santo Teutónico, junto a la basílica de San Pedro, de lunes a sábado, de 7 a 13 horas. El complejo, que en su día estaba reservado a los miembros de la archicofradía y a los peregrinos de lengua alemana, hoy está abierto a todos.