Peña Parra anima a vivir con serenidad y fecundidad el propio servicio
Lorena Leonardi - Ciudad del Vaticano
“Mantener la presencia de Dios” en las jornadas, “intensificar el amor por Cristo” en la oración, conservando la “visión espiritual” en lo cotidiano, una “mirada sobrenatural” en la profesión, en la misión, en los estudios, en los apostolados e incluso “en los contratiempos”, con la “certeza” y la “alegría” de saber que se colabora con los “proyectos amorosos y salvíficos de Dios”.
Así desglosó su exhortación a los empleados de la Santa Sede y del Estado de la Ciudad del Vaticano el arzobispo sustituto de la Secretaría de Estado, monseñor Edgar Peña Parra, en la misa de preparación para la Navidad celebrada este viernes 19 de diciembre de 2025 en el Altar de la Cátedra de la basílica de San Pedro.
Renacer para vivir eternamente
Para abrir la meditación del prelado, una cita de San Agustín —“Despierta, hombre, pues por ti Dios se hizo hombre”—: este es, remarcó, el mensaje que cada año desde la “silenciosa gruta de Belén” se difunde “hasta los rincones más remotos de la tierra” durante la Navidad, “fiesta de luz y paz”, día de “asombro y alegría que se expande en el universo”. Así, desde aquel humilde lugar, el Hijo de Dios hecho niño se dirige a cada uno con una invitación “a renacer” para “vivir eternamente”.
El giro de la Navidad
Reflexionando sobre el Evangelio de hoy —el relato de Lucas sobre el anuncio del nacimiento de Juan el Bautista por parte del ángel—, Peña Parra se detuvo en la comparación entre la anunciación y el nacimiento de Juan y de Jesús: para el último de los profetas, el clima es “veterotestamentario, con sacerdotes, templo e incienso”; para Jesús, el “lugar del encuentro” es la pequeña casa-gruta de Nazaret. La Navidad, por tanto, “marca un giro, un cambio radical de mentalidad y de encuentro”, remarcó el arzobispo, sin necesidad ya de un “espacio sagrado” ahora que “el Santo ha sacralizado cada lugar”.
La intervención de Dios
Con Zacarías, Dios interviene a través de un ángel, que dejará mudo al levita debido a “un instante de incertidumbre”. Por otro lado, subrayó el celebrante, “Dios interviene siempre en nuestras vidas”, haciéndolas fecundas, donde “fecundidad” no significa necesariamente “engendrar a alguien a la vida”, sino “engendrarlo a la esperanza”: es así como Dios “interviene en la historia” conduciéndola a su “plenitud”.
Por una fe firme y grande
Zacarías e Isabel, justos ante Dios y observantes de las leyes, eran estériles y ancianos: sin embargo, el Señor “se sirvió de este mal” para conceder el don del nacimiento del Bautista —“la vida es siempre don de Dios”—. El ángel recomienda “no temer”, informa que las oraciones han sido escuchadas y que viene un hijo en camino; pero cuando Zacarías, cuya fe es “débil”, demuestra con su pregunta que no cree, es castigado con el mutismo hasta el momento del nacimiento, cuando le pone por nombre Juan a su hijo, tal como se le había ordenado.
“Qué diferente es la fe de Zacarías ante el anuncio de Juan de la de María y José ante el anuncio de Jesús”, observó el arzobispo, ensalzando la “fe firme y grande” de María y José. “Esta —continuó— es la fe que debemos pedir hoy al Señor, por medio de los ángeles, confiando en Dios y descubriéndolo en las cosas buenas y también en las cosas aparentemente malas que nos suceden en el curso de nuestra vida”, aunque, añadió, estas últimas pueden ser ocasiones para “crecer, progresar y madurar”. Conscientes de que “no existen las casualidades” y que “todo contribuye al bien”, es posible “recorrer el camino de la vida con una esperanza gozosa”.
En servicio, alegres y serenos
A pocos días de la Navidad, “conviene que el Ángel del Señor nos encuentre preparados, como a José y María”, deseó el sustituto de la Secretaría de Estado, invitando con el testimonio evangélico a “vencer el riesgo de la esterilidad” y, aun “en medio de los problemas y las fatigas”, a “vivir con alegría y con serenidad” el servicio en el Vaticano.
En el momento de la consagración se acercaron al altar el cardenal Mauro Gambetti, arcipreste de la basílica, y el arzobispo Emilio Nappa, secretario general de la Gobernación; entre los concelebrantes se encontraban monseñor Lucio Adrián Ruiz, secretario del Dicasterio para la Comunicación, y el salesiano don Franco Fontana, coordinador de los capellanes de las Direcciones y de las Oficinas centrales de la Gobernación. Participaron en la celebración la hermana Raffaella Petrini, presidenta de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano, y el abogado Giuseppe Puglisi-Alibrandi, secretario general de la Gobernación, y el revisor general Alessandro Cassinis Righini.
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